Llenazo navideño

Decenas de tartas caseras se disponen curiosamente... ¡justo sobre las vías del tren!, yo las observo con gula comprobando que hay de todo tipo: tres chocolates, una de nata coronada con brillantes picotas, San Marcos e incluso esa de mazapán y yema que tanto me gusta. Deseo acercarme hasta ellas y probarlas pero ... ¿y si viene el convoy y me arrolla?.

Sigo dudando durante unos instantes, junto a mí observo más pasajeros que al igual que servidora se relamen con la deliciosa estampa. De repente, se escucha a lo lejos el inconfundible silbido del tren que se aproxima, me preparo para saltar a los raíles con tanta pericia que cuando pasa logro subirme de un brinco, no sin antes haberle hincado el diente al suculento pastel de nata y chocolate, que saboreo mientras nos alejamos de la estación a gran velocidad...

Ésa ha sido la aventura gastronómica vivida en mi lecho durante la pasada noche, prueba inconfundible de que mi estómago comienza a mostrar sus primeros signos de hartazgo. La copiosa cena de Nochevieja unida a la de Año Nuevo (sí, este año decidimos en cuorum familiar trasladar la comida de Año Nuevo a la cena, por eso de intentar hacer algo más de hambre) ha causado los correspondientes estragos digestivos.

Por ello he decidido que hoy toca comenzar a recuperar esos platos cotidianos y ligeros que abandonamos hace... a ver... ¿¡tan solo 10 días!? Parece que llevo una eternidad engullendo mariscos, tostón, fiambres e ibéricos, por no hablar de los cafés y chocolates de media tarde, SIEMPRE acompañados de churros, roscón de reyes y surtido de dulces navideños. Mi cuota de azúcares está de sobra cubierta, de ahí mi pesadilla nocturna, por no hablar de mi colesterol, que por estas fechas siempre sube hasta los 230, o de esos dos kilitos que los expertos calculan ganamos de media en Navidades. Los míos ya se encuentran cómodamente instalados y proporcionalmente repartidos entre la tripilla y los riñones (mis dos talones de Aquiles).

Volviendo a esos platos corrientes, pero no por ello menos deliciosos, he decidido que voy a preparar una gran olla de caldo de verduras, que me permitirá infinitas posibilidades culinarias durante la semana: sopita de fideos, crema de puerros y zanahoria (con un toque de leche evaporada para darle algo de cremosidad sin recurrir a la consabida nata), pasta piselli (con guisantes, pesto y algo de parmesano), unas sencillas patatas cocidas con una pizca de sal y aceite de oliva virgen extra, fondos para preparar algún risotto o pasta ligera (de setas, calabacín y albahaca...).

Se aproxima sin duda una buena época para fruteros y verduleros, cuyos productos, a excepción de piñas y uvas, se consumen poco en las fechas navideñas. Parece ser que la cuesta de enero supone para ellos la recuperación de la normalidad, algo lógico pues hay que compensar los excesos comiendo sano y gastando menos.

Lo que sí parece que va a ayudar va a ser la supresión de los macro-puentes y el traslado de festivos al lunes, nuestra economía va a dejar de perder esos 216 millones que le suponen de media cada festivo. además de facilitarnos menos "dispersión mental", porque no hay quien haga régimen esas semanas plagadas de festivos, en las que uno no hace más que comer y comer con amigos, familiares y vecinos. Otra cosa es que estas nuevas medidas incrementen el consumo en hostelería, como ha estimado la Fehr. Habrá que irlo viendo según avance el 2012...

De todas formas, mis buenos propósitos gastronómicos, que repito comienzan hoy, se verán irremediablemente interrumpidos en primer lugar por la abundante cena y comida de Reyes y después el sábado por el almuerzo en alguna franquicia de fast food de algún centro comercial de la ciudad, en la mitad de la vorágine de las rebajas, en las que según dicen cada español nos gastaremos unos 87 euros. Será la Gran Despedida, después de ese día solo habrá manzanas y caldos...

Por cierto... ¡Feliz 2012!

Eva González Hernández
Directora General de Hosteleriasalamanca.es 

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