Castellanos

Se dice que los castellanos siempre pecamos de humildes, que no sabemos apreciar lo nuestro, que nos falta amor por nuestra tierra y sus frutos, por sus costumbres, por su cultura… Quizás se nos podía contagiar un pelín –sólo un pelín- ese espíritu nacionalista que desorbitan otros, una pizca quizás para hacer valer el tesoro del que, sin apenas ser conscientes, disfrutamos los castellanos cada día. Paisajes únicos, historia y monumentalidad bien conservada, también somos la despensa de Europa y no lo dice servidora, es algo que demuestran las cifras; nuestro sector agroalimentario cuenta con más de 3.000 empresas, la mayoría micropymes y de carácter familiar.

Lácteos, cárnicas, verduras y hortalizas, legumbres y cereales lideran el ranking, en el que cada vez más despuntan los vinos de nuestra tierra, ya no solo suena la palabra Ribera, Toro o Bierzo, las denominaciones salmantinas Arribes y Sierra de Salamanca van ganando terreno a paso firme. Por algo somos la comunidad con mayor número de marcas de calidad; tenemos más distinciones de calidad que trece países de la Unión europea, según reconoció nuestra consejera Silvia Clemente hace no mucho tiempo.

Volviendo a ese carácter regionalista, hoy es obligación mencionar el que fue el germen del espíritu castellanista, el nacimiento de la identidad de nuestra comunidad. Esa sublevación en pro de la defensa de nuestra tierra, de sus gentes y su patrimonio.

La cosa sucedió así: Carlos I, nieto de los Reyes Católicos, se proclamó rey de Castilla tras la muerte de su padre, Felipe el Hermoso y el encierro de su madre en Tordesillas, Juana la Loca. Juana había sido considerada una mujer “perturbada” por el hecho de no demostrar evidencias de su profunda religiosidad, aspecto al que se sumó el gran disgusto del fallecimiento de su marido, al que amaba de un modo apasionado. Su hijo, que había sido educado en los Países Bajos, de donde procedía su padre, aterrizó en Castilla sin dominar el idioma y, demostrando escaso amor por esta tierra, aumentó desorbitadamente los impuestos, otorgó cargos de confianza a extranjeros y desvió la recaudación hacia Europa para financiar su imperio. El descontento de los castellanos se hizo patente en la denominada “Guerra de las Comunidades” que desembocó en la Batalla de Villalar (Valladolid) en la que triunfaron las tropas de Carlos I. Al día siguiente fueron decapitados los tres líderes de la batalla: Bravo, Padilla y Maldonado, cuyo aniversario es desde 1983 la Fiesta Oficial de la Comunidad.

Por ello hoy es un día para presumir de lo nuestro, para re-descubrir nuestro entorno, disfrutar de nuestra rica gastronomía y brindar con nuestros vinos. Démonos la licencia por una vez en el año de poner en valor nuestras costumbres y nuestra cultura, sin dejarnos deslumbrar por las de otras tierras, quizás más pomposas y llamativas, por el simple hecho de que son ajenas a las nuestras. Hoy en día llama la atención lo novedoso y lo extraordinario, eso está bien, somos curiosos y abiertos en ese sentido, sin embargo no podemos dejar morir nuestro acervo, forma parte de nuestra identidad, de nuestra historia y de todo lo que vivieron y construyeron con esfuerzo e ilusión nuestros mayores y anteriormente nuestros antepasados. Feliz Día de Castilla y León.

Eva González Hernández
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