Diario de una cuarentena: la difícil tarea de conciliar niños y trabajo

Martes, 24 de Marzo de 2020
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Hoy se cumplen diez días de confinamiento, días extraños que no tienen un precedente similar y que por el momento se van a prolongar durante tres semanas más. Nuestra vida ha cambiado 180 grados, mi marido y yo hemos instalado nuestros puestos de trabajo en el salón de casa y hacemos lo que podemos mientras nuestra hija de tres años merodea a nuestro alrededor y ve Pepa Pig en bucle.

Parte del equipo de nuestra empresa en sus respectivas casas teniendo ayer una reunión de grupo por videoconferencia

Los primeros días se levantaba emocionada viendo como sus padres se quedaban con ella en casa, desde hace un par de días sin embargo ya dice que quiere volver al cole, pobre, me da pena porque su clase, sus compañeros, su profesora, Popete –su mascota-… eran su mundo y su referencia diaria hasta hace poco.

Ahora casi cada día hacemos videollamadas con sus amigos para que se cuenten lo que hacen en casa y compartan planes para un futuro que, de momento no se plantea próximo. También cocinamos juntos, pintamos, ¡ordenamos! y salimos al jardín con el perrito para hacer algo de ejercicio.

Muy de vez en cuando rompemos el aislamiento para ir al súper, yo me acerqué el pasado sábado y me he prometido a mí misma no volver en bastante tiempo. El ambiente es raro, estamos con miedo, todos evitando acercamientos, las tenderas riñéndonos cuando no respetamos la distancia obligatoria con los mostradores de carne y pescado, cogemos la fruta con desconfianza -¿y si alguien con el virus ha estornudado sobre ella?-, recorremos sigilosos los pasillos, a un ritmo cadente pero deseando abandonar cuanto antes el recinto…

Nuestras familias están bien, confinadas en sus respectivas casas. Mi madre es enfermera en el Clínico así que  estos días es momento de apechugar con lo que toque. Todas sus compañeras ya han sido enviadas a plantas de enfermos por Coronavirus y a juzgar por lo poco que me cuenta–para este tipo de cosas mi madre es excesivamente discreta- no lo están pasando nada bien.  Tengo miedo de que mi madre se contagie, no deja de ser una persona con más riesgo por su edad. Justo se iba a jubilar en abril, que cumple 65, sin embargo por el momento ese paso se ha quedado en suspenso, el sistema sanitario necesita a todo su personal para afrontar la pandemia.

Mi padre sin embargo es ganadero y él sigue siendo “libre” en su finca con sus toros y sus vacas, a los que tiene que cuidar y alimentar cada día. De momento la situación no le afecta directamente al negocio, pero veremos qué sucede cuando el verano se aproxime y esas capeas y festejos populares en pueblos de su comarca se puedan ver afectadas.

A nivel anímico el confinamiento está siendo a veces complicadillo, porque aún queda mucho tiempo para abrazar a nuestros amigos y seres queridos, porque a veces acecha el miedo al contagio de nuestros padres y abuelos -tengo una abuela de con noventa y tantas primaveras!- y porque lidiamos con mucha incertidumbre por el futuro económico y la viabilidad de nuestros trabajos y empresas.

Pero somos fuertes, seguiremos luchando y colaborando en lo que se nos pida. Por el momento respetaremos a rajatabla este aislamiento, es el modo de ser solidarios, la humanidad seguro nos lo agradecerá… ¡Ánimo a todos! ¡Venceremos!.


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