Y los sueños, sueños son

Los lectores que me siguen saben que, con frecuencia, hablo de mis sueños. Ocurre que últimamente, de pronto, sufro de alteración de mis noches, antes placenteras y reparadoras. Y eso que la próstata, afortunadamente, bien. Y soñé que un inmigrante rumano, cansado de mal vivir en nuestro país, va y se quema a lo “bonzo” en Castellón ante su mujer y su hijo de corta edad. Acaba de morir. Soñé que según informa el presidente del I.C.O. (Instituto de Crédito Oficial) Don Aurelio Martínez, la confianza en nuestra economía (la española) de los consumidores, ha caído en Agosto nada menos

que seis puntos. Curiosamente en Agosto el paro sobrepasó la fronteriza cifra de dos millones y veremos los resultados de Septiembre.

Soñé que la Dirección General de Instituciones Penitenciarias, pagará una indemnización a la familia de Antonio Rodríguez Vega el “Mataviejas” que por lo visto murió a manos de varios de sus compañeros presos en la cárcel de Topas y, en mi sueño me pregunto, quien indemnizará a los familiares de las ancianas que él violó y asesinó.

Soñé que la Seguridad Social además de hacerse cargo gratuitamente de las intervenciones de cambio de sexo de los homosexuales que deciden pasar de “Manolo” a “Manoli”, también correrá con la responsabilidad de arreglarme la boca, total un par de implantes…

Soñé que por mucho que se gastase el dinero en España, a manos llenas, a cestos llenos, a “tontas y a locas unas veces”, a capricho otras…, nunca, pero nunca se iba a acabar, nunca… (Nunca hay que decir “nunca jamás”).

Soñé que la protagonista indiscutible de todos los programas de entretenimiento de todas las cadenas televisivas de este país dejará de ser Isabel Pantoja y sus líos de pantalones, ¡con lo que cuesta un solo minuto de televisión…, Señor!

Soñé que en cuanto se juntan más de dos personas en los pasillos de las grandes superficies y otros establecimientos, ya no huele a sobaco no demasiado lavado y sin desodorante.

Y soñé, por fin, que los jueces aceptan que también hay hombres maltratados por sus mujeres por medio de esa práctica que en psicología se denomina “mecanismo de proyección” y que no es más que la provocación proyectada de forma subliminal en la mente del hombre, el cual y por este procedimiento, inconsciente, se convierte –es convertido- en agresor. No siempre, pero digo que los hay.

Sueño…, y sigo soñando que, súbitamente, despierto y descubro que solo soñé que soñaba y…, me siento aliviado.

Juan Santamaría
Chef Director Restaurante Cala Fornells.
Salamanca