El cliente español es el más complicado que existe: rara vez se queja en el momento pero no vuelve y habla mal del local en redes sociales o en las decenas de blogs tan comunes hoy en día. Intentar saber si el cliente está satisfecho no es sencillo.
En España el cliente tiene unos hábitos diferentes a los de cualquier otro lugar del mundo, hábitos que padece el personal de sala en primer lugar. Por ejemplo, en Francia o Alemania entre plato y plato hay una espera de 20 minutos más 10 minutos para comerlo. La idea es disfrutar de la persona o de las personas con las que vas y gozar con el vino que estás bebiendo.
Sin embargo en España los clientes llegan a la misma hora y cuando han pasado 5 minutos y no tienen el plato siguiente, se ponen nerviosos y empiezan primero a susurrar acerca de la lentitud
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del servicio y después comenta si sucede algo. Siempre es problema de cocina. Nunca se dan cuenta de que un buen plato siempre es fruto del cariño, el tiempo y la dedicación. Si no, el McDonald's es su lugar, no el restaurante.
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Una vez llevas el plato a la mesa terminan las prisas, no les importa entretenerse haciendo fotos al plato en cuestión, wasapeándolo compulsivamente o fotografiando a su pareja con el manjar como si de un monumento o trofeo se tratara; y si se enfría (que se enfría) pues vuelta a empezar, plato a la cocina y otra vez las prisas. ¿Para eso han llevado a los camareros de cabeza? Luego están una hora degustando cafés y Gin Tonics, sin dar síntomas de cansancio ni ganas de marcharse. |
Y no hablemos en cuanto al vino! Siempre se deciden por lo mismo, Rioja o Ribera, no arriesgan, como si equivocarse supusiera una tragedia griega; o lo cómodo de lo del "vinito de la casa", normalmente caldos infumables procedentes de ofertas y liquidaciones de stock, con añadas atrasadas cuando no caldos estropeados e imbebibles. ¿Cuándo nos educaremos en pedir el vino por su marca o variedad de uva y no por su origen o denominación de origen? Falta mucho todavía para tener la cultura vinícola de franceses o norteamericanos.
No hay un respeto por la gastronomía como tal ni por las relaciones humanas. No somos un país preparado para el hedonismo ni para el placer: nuestra esencia religiosa y pasado histórico nos hace un pueblo doliente, que valora más el sufrimiento que el goce. Algún día cambiará o eso espero. La siguiente generación deberá cambiar estos vicios tan dentro de nuestra esencia.
No sólo los cocineros son estrellas
Los cocineros se han ganado un prestigio social impensable hace varias décadas porque han evolucionado de una forma más racional y constante que los camareros. Han sido los protagonistas en programas de televisión que casi han alcanzado a los realities shows o los programas de contenido rosa. Hay un sinfín de congresos gastronómicos nacionales e internacionales donde los chefs son el gran reclamo y no tienen cabida los profesionales de sala (sumilleres y camareros). Entre los cocineros se defienden y ayudan, y se preocupan por tener a su gente contenta. A veces parece que la gente de sala no es de la suya. Mientras la percepción empresarial es que la cocina genera más dinero que la sala y no es verdad absoluta. Los cocineros se tienen que mentalizar que sin unos buenos profesionales en la sala sus platos perderían mucho valor.
Catar, viajar, besar
Y como es habitual tres vino-consejos para disfrutar de la primavera uniendo vinos y placeres.
Mi propuesta para CATAR es un vino manchego "de pago" llamado Petit Hipperia. Con un sorprendente coupage Vallegarcía nos presenta un vino muy original lleno de sensaciones placenteras de fruta roja madura, mineral, chocolate amargo y finas hierbas de monte bajo. Un capricho además muy asequible porque disfrutar no tiene por qué ser caro...
Para VIAJAR nos vamos cerca, a la Ribera del Duero donde los chicos de Neo hacen un vinazo llamado Sentido. Tempranillo con mucha fruta madura, especias dulces y sabrosos tostados. Un sentido para perderlos todos por un momento.
Y para BESAR viendo un atardecer en la playa o una lluvia primaveral a través de la ventana nada tan cálido y amoroso como un Pedro Ximenez de Montilla-Moriles con tratamiento señorial: Don Px. Por poco más de 10€ gozarás de sus aromas espirituosos, fruta pasificada y fina pastelería. Su boca dulce e intensa es perfecta para unir las vuestras sin pensar en el mañana...
Nada como un vino para gozar.
Experto en vinos
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