Catar y soñar
Lunes, 2 de Abril de 2012
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Dice Meritxell Falgueras, joven sumiller catalana que "catar es besar". Si lo pensáis bien el acto de catar, el "cómo" acercamos la copa a la boca, cómo saboreamos el vino y las sensaciones placenteras que nos provoca son parecidas a las que sentimos al besar a alguien que nos gusta. De mi cosecha es que "catar es viajar" porque pienso que una copa de buen vino nos traslada con frecuencia al lugar donde nacen esas uvas, nos trae la brisa de esa zona, nos hace soñar... En la sección de vinos de Hosteleriasalamanca.es queremos proponeros siempre mil y una ideas |
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relacionadas con el amplio universo enológico. Sugerencias, consejos de cata, experiencias sensoriales y propuestas de vinos, muchos vinos para disfrutar . A partir de ahora, en cada artículo, os propondremos siempre dos o tres vinos del mes, vinos pensados para catar, viajar... y besar.
Vinos para disfrutar este mes:
Para catar: Habla nº 7, porque hay joyas escondidas en Extremadura. Un coupage de cabernet sauvignon, tempranillo y petit verdot con una cremosidad y una elegancia que tenéis que probar.
Para viajar: Finca Terrerazo. Para viajar a la Valencia de Sorolla y al Mediterráneo. Con la mineralidad y la calidez de una uva bobal magnífica y expresiva que va cambiando con tiempo en la copa.
Para besar: Ambos, porque hacen falta dos. Del Bierzo es esta mencía cálida y sedosa que besa y acaricia. Fruta roja sensual y golosa. Un vino complejo... como el amor.
Y como el vino está presente en muchas facetas de nuestra vida hoy os propongo un relato literario, un cuento breve, sobre el vino. Se ve que el jurado estaba con dos copas de más porque me lo han publicado en un libro de relatos sobre el vino, en La Rioja. Hoy quiero transmitiros que el vino no solo se bebe, también se puede leer, soñar y recordar...
El mejor vino
"Yo vivía en un pueblo muy pequeño, tenía un abuelo y mi abuelo tenía una bodega. Allí guardaba con mimo su colección de botellas llenas de polvo. Vinos, licores...todo aquello que tuviese alcohol y se pudiera beber cabía en ella. Allí, separada de las demás en un estante solitario, reposaba una botella normal y corriente, de esas del anís. Contenía un líquido oscuro..."un vino muy especial", decía él. Llevaba allí más tiempo del que el niño que yo fui pudiera recordar...
Un día me la enseñó. Tenía una etiqueta casera amarillenta por el paso del tiempo; hecha con los bordes que sobraban de los pliegos de los sellos de Franco y estaba escrita en azul con esa letra cursiva y noble de los abuelos. Haciendo malabarismos con los ojos pude leer:
"Hecho por Víctor Rodríguez para que lo disfruten después de su fallecimiento".
Al poco tiempo de aquello mi abuelo murió como se mueren los grandes vinos, en silencio.
Al regresar del cementerio (¡Qué paradoja! donde descansan los vinos en bodega lo llaman cementerio...) descorchamos aquel misterio con cuerpo de vino. Lo bebimos entre todos. Poco importó si estaba bueno o malo. Lo bebimos. Nadie dijo nada.
Ahora, después de muchos años, tengo la sensación de que es el mejor vino que he probado nunca.
Era el vino de mi abuelo... pero mi abuelo ya no vino".
Fue muy fácil contároslo... porque sucedió.
Sumiller de Ustedes...
Luis Miguel Fernández
Experto en vinos
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