Consejos gastronómicos estivales

La alimentación durante el verano sufre algunos cambios sobre todo porque las temperaturas suben y estamos de vacaciones. Apetecen comidas frescas y no queremos pasar el tiempo cocinando. Durante las vacaciones los horarios son mucho más relajados. Nos acostamos y nos levantamos más tarde, pero no por ello debemos saltarnos el desayuno. Un vaso de leche y una tostada de pan con aceite de oliva y tomate; o bien un yogur o un zumo de fruta y cereales aportan hidratos de carbono, calcio y vitaminas para empezar el día con energía.

El calor es uno de los condicionantes a la hora de elegir nuevos platos. Los potajes, cocidos, asados grasos, condimentos pesados... parece que nos gustaban más en el invierno. Ahora nos apetecen platos más ligeros y más refrescantes.

En casa, lo ideal es tomar comidas que se elaboren sobre la marcha o que puedan prepararse con anterioridad y servirse en el momento de ir a comer. Las ensaladas, gazpachos y los alimentos a la plancha cumplen estos requisitos.

Las ensaladas nos permitirán consumir en abundancia verduras frescas, aunque también podemos tomarlas en forma de sopas o cremas ligeras y refrescantes, como el gazpacho,  la vichyssoise, el salmorejo o el ajoblanco. Otra opción es cocinar las verduras al horno o a la plancha, sin olvidar lo sabrosas que resultan a la barbacoa en brochetas. Las verduras aportan hidratos de carbono y gran cantidad de vitaminas, minerales, antioxidantes y fibra.

Se deben elegir carnes menos grasas y los pescados, tanto blancos como azules, es más apetecible tomarlos a la plancha con un chorrito de aceite de oliva y condimentados con ajo, cebolla o hierbas aromáticas.

Para el postre, nada mejor que elegir entre la gran cantidad de fruta fresca que nos ofrece esta estación. Además de su rico y variado sabor, son una fuente importante de vitaminas, minerales, antioxidantes, agua y fibra.

Una opción muy nutritiva para el almuerzo estival es una buena ensalada de verduras variadas: tomate, lechuga, pepino, pimiento, zanahoria, cebolla, aceitunas, espárragos, etc., que puede enriquecerse con queso fresco, huevo duro, pollo, jamón york o atún, con trocitos de fruta fresca como manzana, kiwi, piña, mango o incluso de frutos secos como nueces o frutas secas (uvas pasas o ciruelas pasas). Incluso podemos hacer los protagonistas de la ensalada a cereales como el arroz o el maíz y a legumbres como los garbanzos, lentejas o alubias.

Para beber, nada mejor que el agua, teniendo en cuenta que en épocas de calor es aconsejable tomar de seis a ocho vasos de agua al día, pero también debemos acordarnos de los zumos de frutas, de vegetales y de las infusiones, sobre todo el té frío y sus combinaciones con frutas y aromas, para variar las bebidas y que nuestra hidratación sea perfecta además de divertida.
 
De postre, una fruta fresca nos aportará vitaminas, minerales, agua y fibra, pero no podemos olvidar el alimento por excelencia del verano: los helados, sobre todo los hechos en casa o en buenas heladerías, dejando de lado los absolutamente industriales. Suelen gustar tanto a niños como a mayores y son un placer al que no tenemos por qué renunciar. Los polos, sorbetes o granizados aportan agua y azúcares y los helados cremosos hechos con leche aportan calcio y proteínas. Si son artesanales, también aportan todos los beneficios de la fruta, los frutos secos...

Los helados son por tanto una buena forma de tomar frutas y productos lácteos sobre todo para los más pequeños que bajo una apetecible apariencia de helado se tomarán casi cualquier cosa. No olvidemos la posibilidad de elaborar helados o sorbetes a base de hortalizas y otros ingredientes “salados”, pueden ser un original aperitivo o un ligero primer plato y una buena forma de sorprender a amigos e invitados.

Pilar Martín Galilea
Editora Gastronómica

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