De crucero por el Mediterráneo

Tras unas intensísimas semanas inmersa en la preparación y organización de los Premios Hoseleriasalamanca.es 2007 me premié a mi misma por el esfuerzo y la tremenda dedicación con un viajecito por el Mediterráneo. Todo por el bien del portal por supuesto y para acercar a nuestros internautas nuevas curiosidades procedentes de diferentes rinconcitos bañados por este cálido mar. Mi medio de transporte y hogar durante siete maravillosos días ha sido el crucero SS Oceánic, barco que fue escenario de la conocidísima serie “Vacaciones en el mar” y que a día de hoy, aunque un poco más viejecito, ofrece unas vacaciones que servidora no va a olvidar.

Un total de 541 tripulantes procedentes de 34 nacionalidades esperaban en el Puerto de Barcelona a la nueva horneada de turistas que durante una semana íbamos a compartir instalaciones, comida y diversión con ellos. La ruta, que la mayoría de ellos lleva repitiendo cada semana durante los últimos 9 meses, se iniciaba con una puntualidad inglesa a las 17:00 horas del lunes 11 de noviembre.

La proa del barco SS Oceánic

Nuestra primera parada nos permitiría conocer el segundo estado más pequeño del mundo (después del Vaticano) Mónaco. El lujo de Montecarlo, mezclado con fantásticas vistas de la bellísima Costa azul, acrecentaba las expectativas de cada uno de los turistas, que con admiración fotografiábamos el espléndido Casino, que permite a los monegascas no pagar impuestos. Quizá sea ésa la razón por la cual todos y cada uno de los establecimientos comerciales mostraban en sus escaparates una foto del sonriente príncipe Alberto de Mónaco. Otro apunte: ¿sabían que por las calles de Montecarlo hay desfibriladores a disposición del público para tratar una posible parada cardio-respiratoria?.

Hermosa bahía de Mónaco

Ya de regreso al barco nos esperaba una copiosa y dignamente presentada cena, servida por más de 70 camareros y sus correspondientes asistentes. Kenneth y Andrés fueron los dos profesionales a cargo de mi mesa durante todo el viaje, ¿y qué les voy a decir de ellos? atentos, correctos, amables, impecablemente vestidos…

Pero sin duda, lo mejor de todo era la sorpresa que casi cada noche nos tenía preparado el personal del restaurante justo antes de servir los postres. Al ritmo de una animada melodía, todos los camareros desfilaban por el comedor mientras nos deleitaban con una bien representada coreografía. ¡Como ha disfrutado servidora con esos momentos! ¡Y qué bien lo hacían todos, con qué ilusión y qué ganas…! da gusto ser atendido por un personal que se encuentra motivado y satisfecho con su trabajo. ¿Se imaginan ir a cualquiera de los restaurantes de la ciudad y que de repente, en medio de la comida, el servicio se paralice para realizar un show?

Cada día 77 habilidosos cocineros preparaban comida para 1179 pasajeros, el resultado han sido ingentes cantidades de alimentos, entre ellos 8.800 kg de carne y pollo, 6.120 kg de verduras y la friolera cifra de 20.400 huevos. ¡Todo a lo grande! Dcha: Atento y sonriente personal del buffet del barco

Nuestro barco continuó su trayecto rumbo a Italia, haciendo escalas en Florencia, Roma y Nápoles, con sus impresionantes ruinas milenarias de Pompeya, ciudad sepultada por el volcán Vesubio. Entre museo y museo, mientras la guía explicaba las bondades del David de Miguel Ángel, los frescos de la Capilla Sixtina o la cada vez más inclinada Torre de Pisa,

pude escaquearme para adquirir los tesoros gastronómicos de la bella Italia: Parmiggiano Reggiano (parmesano), pomodori secci (tomates secados al sol) y kilos y kilos de pasta que ahora, ya de vuelta en casa, trato de dosificar alimentando la ilusión de que duren eternamente. Izda: servidora delante del Coliseo Romano

Túnez fue el último destino de mi "kit-kat", en su deliciosamente destartalado zoco (mercado) e intentando reproducir lo mejor posible el deporte nacional del país: el regateo, acopié entre otros souvenirs, el típico té a la menta (que los tunecinos toman con piñones) y un buen surtido de especias, con el que pretendo enriquecer mi recién estrenada faceta culinaria oriental.

Arriba: ruinas de Pompeya (un horno de leña con más de 2000 años de antigüedad y las estrechas calles del barrio chino de la ciudad)

El crucero llegaba a su fin, atrás quedaban esos días de intensa actividad visitando a la carrera todo lo que había que ver en cada lugar. Atrás dejábamos nuestras agradables noches en compañía de Kenneth y Andrés y esos días de intenso mareo que pasé encerrada en mi pequeño Dcha: charcutería típica napolitana

-pero confortable- camarote. Ahora solo me queda recrearme con los recuerdos, las miles de instantáneas tomadas y esos delicados aromas traídos desde tierras lejanas…

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