Salamanca se impregna del aroma a castaña asada
Miércoles, 17 de Noviembre de 2021
Jaime Vacas
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La temporada y los nuevos puestos se estrenaron el pasado 1 de noviembre y si todo va bien se alargará hasta enero. Castañeros y castañeras pasarán el otoño en una veintena de puestos, ofreciendo este manjar tan típico de la ciudad charra.
Este oficio, del cual se desconoce su origen, fue una estampa muy popular entre los siglos XVIII y mediados del siglo XX en pinturas y escritos. Antiguamente era exclusivo de mujeres, las castañeras, que curtidas por el frío eran conocidas en los diferentes barrios donde colocaban sus puestos. Con el paso de los años este tradicional trabajo ha estado a punto de desaparecer en muchas ciudades de España, y en otras, como es el caso de Salamanca, todo lo contrario.
A día de hoy en la ciudad charra los puestos de castañas no son solo una tradición típica de los meses más fríos, sino que están reguladas por el Ayuntamiento. La profesionalización de este antiguo oficio ha provocado, entre otras muchas cosas, que este año hayan cambiado una veintena de puestos por otros más grandes y modernos.
Estos nuevos puestos de castañas se estrenaron el pasado 1 de noviembre cuando se inauguró la temporada. Tras el concurso realizado el pasado 18 de octubre, se adjudicaron los 20 puestos a los castañeros y castañeras que, abrigados hasta arriba, impregnan Salamanca con un aroma característico de esta época: el de la castaña asada.
Cualquier salmantino que haya pasado un par de inviernos en la ciudad los reconocerá, y los olerá, sin ningún atisbo de duda a metros de distancia. Ataviados con gorros, guantes y cualquier prenda que les resguarde del frío, estos castañeros asan castañas al más puro estilo tradicional, con carbón. Unas castañas que son escogidas por ellos mismos durante los meses previos y que una vez están listas para comer, preparan en cucuruchos hechos con papel de periódico. Por 2 euros podrás tener un cucurucho de papel de periódico con una docena de castañas, un rato al calor de las brasas y una conversación amable. ¿Qué más se puede pedir?
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