¡A disfrutar la Navidad!

En tan solo dos días estaremos celebrando la Navidad, muchos fuera de casa, pues cada vez es más habitual hacerlo en un restaurante. Este año sorprendentemente las reservas para los días clave (Navidad, Nochevieja, Año Nuevo y Reyes) se han realizado antes que nunca y, según me cuentan amigos hosteleros, a finales de octubre ya tenían todo completo.

A mí me encanta comer fuera de casa, despreocuparme de los menesteres que debe asumir un anfitrión y dejarme mimar por el buen hacer de un equipo profesional –de cocina y sala-, pero reconozco que recibir gente me produce una gran satisfacción, que compensa al menos en gran parte el duro trabajo e implicación que supone. No es necesario hacer grandes dispendios, a veces es solo cuestión de ser generoso, hacerlo con cariño, saber disfrutar también del momento -aunque estemos hasta arriba de trabajo- y trasladar esa sensación a los nuestros.

Este año servidora será la anfitriona el día de Año Nuevo, no es mi fecha predilecta, pues ese día, a diferencia de otros como el 25 o la misma Nochebuena, ya estamos bastante saturados de comer y parece que el ágape no luce tanto. Seguramente optaré por un almuerzo tardío tipo buffet, con platos fríos y ligeros que ayuden a dar un respiro a nuestro estómago. Se me ocurren varias ensaladas (alemana de patata y huevo, capresse…), un pastel frío de salmón ahumado, algo de embutido ibérico -que siempre gusta a los más veteranos- y quizás alguna sobra del día anterior que un familiar compasivo traiga. Eso sí, lo que no puede faltar en mi casa para inaugurar el banquete es una cremita bien caliente de verduras, que nos chifla a todos: de puerro con boletus, de calabaza con curry, de boniato y coco, de kale y patata… Luego vendrá la "mesa dulce" como dice mi marido, compuesta por turrones albercanos, coquitos, empiñonados, panettone, bombones, polvorones y dulces varios. ¡Glucosa por las nubes!.

Aunque la Navidad, más allá de su trasfondo religioso y de los grandes banquetes en familia, para servidora trata de compartir momentos de calidad con los nuestros, de recordarnos a nosotros mismos que podemos ser mejores personas, más tolerantes y empáticas, de ilusionarnos con una época del año especialmente bonita, de la que todos tenemos entrañables recuerdos de infancia… La Navidad cierra el año viejo y da paso al nuevo, con propósitos y proyectos renovados, un año que nos da la oportunidad de renacer e iniciar un nuevo camino o de consolidar el ya iniciado el anterior. En definitiva, un paso más en nuestra experiencia vital, en nuestra fugaz estancia en este mundo, porque aunque parezca que nada cambia y que uno tiene la eternidad por delante, no va a ser así y por eso tenemos que esforzarnos en que cada Navidad y cada momento cuenten. ¡A disfrutarla!

Pd: os dejo un popurrí de instantáneas familiares propias de los últimos años.

Eva González Hernández
Directora de Hosteleriasalamanca.es
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